He visto la nueva película de Wes Anderson, y a pesar de que mi primer intento de verla fue en la cama mientras me besaban, ahora me recuerda mucho a ti. Si esta fuera real, tú serías un Journalist digno de ese despacho. Escribirías tu columna semanal sobre las redes neuronales de los políticos que redujeron el presupuesto en arte y cultura. Serías el más callado en la oficina pero todos notarían tu presencia por llegar siempre tarde y traer una gran gabardina negra. Echarías chisme con la secretaría que sabes que “secretamente” está enamorada de tí. ¿Cómo no lo estaría después de leer tus muy probablemente maginificas columnas? También tendrías un grupo de fans compuesto de cincuentones anarquistas adictos al café y geeks que responden tweets citandote -realmente copiandote, pues no mencionarían tu nombre-. Estoy completamente segura que también escribirías sobre los maestros de artes plásticas que van a dar clases a las comunidades índigenas gobernadas por el narcotráfico. Redactarías con tanta admiración sobre sus convicciones y alma, pero al final pondrías en duda su practicidad. Tus contrapartes de soñador y de ser pragmático nunca han estado en balance estático, ni siquiera en este entresueño. Como me duele todo lo que te hize. Si pudiera regresar el tiempo atrás, te abrazaría y te confesaría lo asustada que me sentía. Eras (eres) maravilloso y yo no me sentía merecedora de eso. Tardé tanto en darme cuenta que mi dolor también te lastimaba. ¿Y ahora qué puedo hacer con esto? Creo que ya nada. Sólo rezaré por ti y tu felicidad. Sólo eso deseo.